Alrededor de las 6 de la mañana del 28 de octubre, el fotógrafo Bruno Itan se despertó alarmado al ver su celular repleto de mensajes. En el Complexo do Alemão, donde creció, circulaban rumores sobre un tiroteo intenso. Aquella jornada se convertiría en la más sangrienta registrada en el área metropolitana de Río de Janeiro según el Grupo de Estudio de Nuevas Ilegalidades de la Universidad Federal Fluminense (Geni/UFF). La policía civil y militar llevó a cabo una operación destinada a desmantelar la facción Comando Vermelho, resultando en al menos 121 muertes y 113 detenciones, un claro reflejo de la creciente violencia y el sufrimiento en las favelas cariocas.
La operación, considerada como «la mayor» realizada por las fuerzas de seguridad de Río, formaba parte de la llamada Operación Contención, cuyo objetivo es detener la expansión del Comando Vermelho en la ciudad. El gobernador Cláudio Castro calificó el operativo como «un gran éxito» y un «duro golpe al crimen». Sin embargo, críticos y movimientos de derechos humanos señalan que la brutalidad policial y el uso de la fuerza letal en tales operaciones resultan en masacres que solo agravan la crisis de violencia. Itan, quien es originario de Recife y se trasladó al Complexo do Alemão a los 10 años, manifiesta su desacuerdo con la visión oficial, condenando que en Brasil no debería existir la pena de muerte y enfatizando que cada individuo debe ser juzgado judicialmente.
Al llegar al escenario de la operación, Itan encontró un panorama desolador: vehículos quemados y un ambiente de terror entre los residentes. A pesar de la prohibición de acceso a la prensa en ciertos lugares, él, al conocer bien la comunidad, logró documentar la situación. En el Hospital Getúlio Vargas, los cuerpos comenzaron a llegar, incluidos varios de agentes de policía. La confusión reinaba mientras los familiares de los desaparecidos se organizaban para buscar a sus seres queridos en medio de la tragedia, algo que reflejaba la desesperación y la angustia de una comunidad sometida a la violencia.
Itan destaca la macabra magnitud de los incidentes, mencionando que muchos cuerpos aparecieron apuñalados, lo que desata inquietudes sobre la naturaleza de estas muertes. Con una contundente voz, recuerda los horrores que vivió, comparando la situación actual con la infame masacre de Carandiru de 1992. El olor a muerte que lo violó mientras documentaba la masacre sigue presente en su memoria. Su trabajo, que se enfoca en las realidades y las historias humanas de la favela, se ve ahora invadido por un clima de violencia que opaca los aspectos positivos que intenta transmitir.
En medio de esta crisis, la Fiscalía Federal solicitó que el estado aclare las circunstancias que rodearon las muertes y el proceder de la policía durante la operación. Las voces de resistencia y reclamación ante el uso desmedido de la fuerza resuenan entre los habitantes de las favelas. Itan espera ver un cambio en las políticas de seguridad pública que priorice acciones sociales en lugar de la violencia. «Cada vez que hay una muerte en este contexto, otros dos o tres vuelven a llenar el vacío», declara con desilusión. La lucha por la justicia y la dignidad en las favelas continúa, con el fotógrafo comprometido a capturar y compartir la verdad detrás de la brutalidad policial.



















