En Colombia, una creciente ola de videos pornográficos grabados en lugares públicos ha capturado la atención de medios y ciudadanos, planteando interrogantes sobre la legalidad y la moralidad de tales actos. La pornografía no es un fenómeno nuevo en el país, pero la proliferación de plataformas digitales ha proporcionado un espacio fértil para que creadores de contenido lleven sus producciones más allá de los confines de lo privado. Graban escenas en espacios como parques y centros comerciales, desafiando tanto las leyes de convivencia como las normas sociales, mientras están aparentemente al margen de cualquier consecuencia legal.
La filmación de actos sexuales en espacios públicos puede no ser tipificada estrictamente como un delito en Colombia, pero sí se clasifica como un comportamiento contrario a la convivencia, sujeto a severas multas. En este contexto, los infractores pueden enfrentarse a sanciones que implican el pago de aproximadamente medio millón de pesos. No obstante, muchos de estos creadores de contenido revelan abiertamente su identidad y las motivaciones detrás de sus acciones, creando una atmósfera de impunidad que les permite beneficiarse de la atención pública que su material genera.
Uno de los primeros casos destacados en esta tendencia se produjo en Pereira, específicamente en el Bioparque Ukumarí, donde una actriz realizó un acto sexual en un baño del lugar. Este incidente marcó el inicio de una serie de grabaciones que se han dispersado por diversas ciudades, indicando un patrón en el que los espacios emblemáticos son tomados como telones de fondo para la producción de estas escenas subidas de tono. Por ejemplo, en Medellín, los medios informaron de un clip grabado en una cabina del Metrocable donde una pareja aprovechó la soledad del lugar para realizar sus grabaciones, desafiando las normas de seguridad y convivencia pública.
Más recientes son los casos sucedidos en Cali y Bucaramanga, donde parejas grabaron encuentros sexuales en espacios abiertos y reconocidos, como el río Pance y el viaducto de la Novena, respectivamente. Estos videos tienden a hacerse virales rápidamente en las redes sociales, lo que no solo aumenta la notoriedad de sus protagonistas, sino que además plantea serios dilemas legales que las autoridades tienen dificultades para abordar. Aunque condenan este tipo de conductas, las instituciones carecen de mecanismos efectivos para impedir o sancionar a quienes deciden desafiar las normas sociales al llevar su actividad al espacio público.
La nueva tendencia de grabar contenido en centros comerciales ha tenido un impacto considerable en la percepción de la moralidad en esos entornos. Un reciente incidente en Bogotá, donde una creadora de contenido se grabó en los baños de un centro comercial, ilustra la dificultad que tienen las instituciones para controlar comportamientos individuales en la intimidad de espacios tan concurridos. Con el riesgo legal relativamente bajo debido a la falta de denuncias formales, estos actos se han convertido en un atractivo marketero para muchos, quienes ven en ellos una forma efectiva de generar ingresos y visibilidad en un mercado cada vez más competitivo.