La 75 edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, conocido como La Berlinale, se ha convertido en un poderoso foro mundial en respuesta a las acciones del presidente de EE. UU., generando un ambiente de protesta y reflexión sobre los derechos humanos y la democracia. Este año, el festival no solo celebra el arte del cine, sino que también se convierte en un escenario donde artistas y cineastas alzan la voz contra las injusticias que enfrenta el mundo, especialmente en el contexto de la reciente escalada de tensiones en Medio Oriente.
En un acto simbólico y conmovedor, actores alemanes llegaron a la inauguración del festival portando fotografías del artista israelí David Cuni, quien fue secuestrado por Hamas. Esta manifestación busca llamar la atención sobre la crisis humanitaria y la situación de los rehenes en la región, un tema que ha resonado profundamente en la comunidad artística y en la opinión pública. La Berlinale, así, se erige como un espacio donde el cine y la política se entrelazan, promoviendo el diálogo sobre cuestiones urgentes que afectan a la humanidad.
La película «La luz», del aclamado director Tom Tykwer, tuvo el honor de inaugurar el festival. La trama gira en torno a una familia de clase media cuya vida se ve desmoronada por la llegada de una enigmática ama de llaves proveniente de Siria. A través de una narrativa intensa y emocional, Tykwer explora temas de identidad, migración y los efectos de la guerra en la vida cotidiana, convirtiendo su obra en un reflejo del contexto actual de crisis global. La elección de esta película también subraya la relevancia del festival como plataforma para abordar realidades complejas a través del arte.
En un momento destacado de la ceremonia, el cantante y compositor Joan Manuel Serrat fue galardonado por su honestidad personal e intelectual. El artista, conocido por su compromiso con la música y la poesía, recibió el reconocimiento con humildad, afirmando que «poner música a versos ajenos no es tarea fácil», y destacando la importancia de la autenticidad en la creación artística. Su presencia en el festival simboliza la conexión entre la música y el cine, así como el papel de los artistas en la defensa de los valores democráticos y los derechos humanos.
En este contexto, La Berlinale 2025 se consolida como un espacio de resistencia y reflexión, uniendo a cineastas, artistas y activistas en la lucha por un mundo más justo. Con cada proyección y cada discurso, el festival se convierte en un faro de esperanza y un llamado a la acción, recordando a todos que el cine no solo entretiene, sino que también puede ser un agente de cambio social. A medida que el festival avanza, la atención del mundo se centra en Berlín, donde la cultura y la política se dan la mano en la búsqueda de un futuro mejor.