Cuando reflexionamos sobre el concepto de patrimonio cultural, a menudo nos enfocamos en obras de arte como cuadros y esculturas, pero existen otros aspectos igualmente valiosos que merecen nuestra atención. Entre ellos, el patrimonio científico-técnico encierra una rica historia de avances y logros que han transformado nuestras vidas a lo largo del tiempo. Desde un astrolabio del siglo XV hasta el último modelo de teléfono móvil, cada objeto se convierte en un testigo silencioso de la evolución científica y tecnológica. Esta historia se convierte en fundamental para comprender el impacto de la ciencia en nuestra sociedad, así como su contribución al desarrollo cultural de nuestro país.
La conservación del patrimonio científico-técnico representa un desafío en muchas ocasiones. La mayoría de los objetos que se consideran patrimoniales no fueron diseñados para perdurar en el tiempo, ya que su función principal era la utilidad. Esto ha llevado a que, tras su vida útil, muchos de estos instrumentos sean desechados, arrastrando consigo historias y conocimientos valiosos. Por ejemplo, el microscopio que utilizó Santiago Ramón y Cajal no es meramente un objeto histórico; es la herramienta que le permitió revolucionar la neurociencia y que, gracias a su trabajo, recibió el Premio Nobel en 1906. Estos ejemplos ilustran la necesidad imperiosa de conservar tales artefactos, ya que son representaciones invaluables del progreso humano.
Los museos dedicados a la ciencia y la tecnología, como el MUNCYT, son espacios donde esta historia se hace tangible. Allí, los visitantes de distintas generaciones se encontrarán con objetos que evocan sus recuerdos personales, creando puentes intergeneracionales. Abuelos, padres y nietos pueden compartir historias y anécdotas mientras observan objetos como radios de válvulas o cámaras fotográficas de épocas pasadas. En estos momentos, no solo se transmite conocimiento histórico y científico, sino que también se alimenta una memoria colectiva que une a la sociedad, promoviendo un sentido de pertenencia y continuidad a través de las generaciones.
Sin embargo, la multimaterialidad de muchos objetos constituye uno de los principales retos en su conservación. A diferencia de las pinturas o esculturas, que poseen una composición más homogénea, los objetos científico-técnicos suelen estar compuestos por múltiples materiales que requieren cuidados específicos. La necesidad de mantener condiciones climáticas adecuadas se complica, ya que lo que beneficia a un material puede ser perjudicial para otro. Por lo tanto, se vuelven esenciales las estrategias de conservación preventiva y curativa, que buscan mantener la integridad del objeto mientras se protege su historia y función.
La conservación del patrimonio científico-técnico no se limita a mantener los objetos físicamente; también implica preservar su valor intangible. Esto abarca la documentación de su historia, el rescate de testimonios de quienes los utilizaron y la contextualización de su impacto social y técnico. Sin esta dimensión humana, los objetos carecen de su significado completo. Por lo tanto, se hace un llamado a la colaboración de la sociedad para valorar y contribuir a la conservación de este patrimonio, asegurando que las futuras generaciones no solo hereden objetos, sino también la rica historia y emociones que ellos representan.



















