El 10 de enero de 1997, Violeta Barrios de Chamorro, emblemática figura en la historia política de Nicaragua, entregó la presidencia con una mezcla de satisfacción y reconocimiento. En su discurso, lamentó “lo que no pude cumplir y por lo que me equivoqué”, pero enfatizó su orgullo por haber cumplido el anhelo de su difunto esposo, Pedro Joaquín Chamorro: el restablecimiento de Nicaragua como una república. Esta entrega no solo representaba el fin de su mandato, sino también un hito significativo en la búsqueda de la paz y la democracia tras años de conflicto civil. Con su muerte a los 95 años, la familia confirmó que falleció en paz, rodeada de su seres queridos, dejando un legado imborrable en la política nicaragüense y latinoamericana.
Barrios de Chamorro fue la primera mujer en ser elegida presidenta en América Latina, una hazaña histórica que simbolizó una nueva era para Nicaragua en 1990. Al asumir la presidencia, heredó un país desgarrado por la guerra civil y la inestabilidad económica. En sus memorias, expresa el dolor que sentía al recibir una patria devastada: «La patria que heredé era una sociedad desgarrada por la división». Su victoria electoral, en un entorno donde se preveía la continuidad del gobierno sandinista del presidente Daniel Ortega, marcó no solo un triunfo personal sino un cambio radical en el sistema político nicaragüense.
La transición hacia la democracia fue un proceso complicado. Violeta Barrios de Chamorro enfrentó críticas sobre su inexperiencia política, con muchos especulando que su yerno, Antonio Lacayo, sería quien realmente gobernara. Sin embargo, Chamorro desafió estas percepciones con determinación: «Aquí la única que manda soy yo». A pesar de las adversidades y la polarización del país, ella logró establecer políticas de reconciliación, lo cual fue fundamental para aliviar las tensiones post-guerra y sentar las bases de una democracia verdadera.
Su gobierno fue reconocido por una triple transición: de la guerra a la paz, de una economía planificada a una economía de mercado, y la restauración de libertades fundamentales. Organizó eventos simbólicos que reflejaron su compromiso con la paz, como la ceremonia de enterramiento de miles de armas en el Parque de la Paz en Managua. «Su mayor logro fue la pacificación», opina Sofía Montenegro, destacando cómo el liderazgo de Barrios de Chamorro contribuyó a la reconciliación nacional y a desmilitarizar la sociedad nicaragüense. Su figura encarnó la esperanza de muchas personas que anhelaban un futuro mejor para su país.
Los últimos años de Violeta Barrios de Chamorro transcurrieron en Costa Rica, donde se trasladó buscando tranquilidad tras un agitado legado político. Aunque su muerte ocurrió en un contexto de incertidumbre para Nicaragua, su familia anunció que sus restos serían sepultados allí hasta que «Nicaragua vuelva a ser República», reafirmando así su deseo de ver un país libre y democrático. Su legado perdura no solo en la memoria de los nicaragüenses, sino como una referencia incuestionable para las mujeres en política en América Latina, habiendo desafiado las normas de género y los límites impuestos en una época de agitación.



















