El caso de presunto abuso sexual en el Hogar Infantil Canadá de Bogotá ha causado una gran conmoción en la comunidad y ha generado serias preocupaciones sobre la salud de los menores involucrados. La madre de una de las niñas, Margie Espinel, ha denunciado abiertamente que el profesor Freddy Castellanos, quien ha sido arrestado por las autoridades, habría utilizado un juego como estrategia para acercarse a las menores y realizar tocamientos inapropiados. La alarmante denuncia ha llevado a padres de otros niños a compartir sus temores, particularmente en relación a si los niños pudieran estar contagiados con VIH, dado que Espinel recibió información de otros padres sobre la posible seropositividad del agresor.
En declaraciones a los medios, Margie Espinel no solo expresó su indignación por lo ocurrido, sino que también reveló que padres de otros niños le confirmaron que los menores, supuestamente víctimas de Castellanos, podrían haber sido contagiados por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Esta acusación ha encendido aún más el debate y la ansiedad entre los familiares de los niños, quienes se encuentran en una situación de angustia ante la posibilidad de contagio. Espinel ha sido proactiva en su denuncia, buscando que las autoridades actúen con prontitud y se realicen las pruebas necesarias para determinar la salud de los involucrados.
Por su parte, la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), Astrid Cáceres, ha intentado calmar a la población asegurando que no hay evidencia concreta que indique que Freddy Castellanos es portador de VIH ni que ningún niño haya sido contagiado. Cáceres declaró ante la prensa que se están llevando a cabo investigaciones médicas a través de Medicina Legal para esclarecer la situación. Las declaraciones de la directora son cruciales en medio de la desinformación y el miedo que circula, ya que la salud de los menores es la prioridad en este delicado caso.
Freddy Castellanos fue detenido el 6 de mayo y enfrenta graves acusaciones de abuso sexual hacia niños de apenas 2 y 3 años. Las autoridades han comenzado a tomar medidas disciplinarias en contra de los funcionarios del ICBF que manejaron el caso, para determinar si se siguieron las rutas adecuadas en la atención de la queja presentada por la familia afectada. Este tipo de supervisión es fundamental para garantizar que los protocolos se respeten y se actúe con responsabilidad en situaciones de este tipo, donde están implicadas la seguridad y el bienestar de los más vulnerables.
El impacto psicológico y emocional de este caso en los niños y sus familias es incalculable. Los hechos han puesto de relieve la necesidad de fortalecer los sistemas de protección infantil y los mecanismos de denuncia ante situaciones de abuso. La comunidad espera respuestas rápidas por parte de las autoridades y una solución que no solo atienda lo inmediato, sino que también prevenga futuras tragedias en entornos tan críticos como los jardines infantiles. La transparencia y el compromiso con la justicia son claves en este proceso para restaurar la confianza de los padres en las instituciones que deben velar por la seguridad de sus hijos.