Las incesantes lluvias en Sudamérica han dejado una huella devastadora en comunidades ya vulnerables. En Colombia, más de 19.500 personas han sido afectadas por las fuertes precipitaciones que comenzaron el 11 de febrero en la región del Pacífico de Nariño. Los municipios de Barbacoas, Roberto Payán y Tumaco enfrentan una crisis humanitaria, donde la declaración de calamidad pública en Tumaco destaca la gravedad de la situación. Las lluvias han provocado el cierre de escuelas, lo que ha impactado a más de 2.600 estudiantes, y han causado daños significativos en viviendas y cultivos, lo que ha complicado el acceso a alimentos y servicios básicos como agua potable y atención médica.
En Ecuador, la situación no es menos alarmante. Desde enero, las lluvias torrenciales han dejado más de 7.500 personas afectadas y han resultado en al menos nueve muertes. Provincias como Azuay, Carchi y Esmeraldas han sufrido el desbordamiento de ríos, bloqueos en carreteras y un aumento en los riesgos para la salud pública debido a la acumulación de agua estancada. Las autoridades han activado el Comité de Operaciones de Emergencia Nacional (COE) para coordinar la respuesta humanitaria, mientras que se distribuyen artículos de socorro a quienes más lo necesitan, aunque la magnitud de la crisis requiere esfuerzos mucho más amplios.
En Perú, las lluvias que comenzaron el 17 de febrero han causado inundaciones en el distrito de Tiquillaca, afectando a 50 personas y dañando 50 viviendas. Con más lluvias pronosticadas, la preocupación por deslizamientos de tierra y el desplazamiento de la población es inminente. Las autoridades locales están en alerta máxima, tratando de mitigar el impacto de las condiciones climáticas adversas, pero la falta de recursos y la inestabilidad en la región complican la respuesta efectiva a esta emergencia.
La violencia en Haití sigue siendo un factor crítico en el desplazamiento de personas, con más de 4.100 personas forzadas a abandonar sus hogares en Kenscoff debido a ataques armados. La situación se agrava con el reciente incendio del Hospital Universitario Estatal de Haití, que ha dejado a la población sin acceso a atención médica en un momento en que los niveles de hambre alcanzan cifras alarmantes. Un estudio de ActionAid revela que el 99% de las familias ha tenido que omitir comidas, mientras que los esfuerzos humanitarios se ven severamente limitados por la falta de financiación, con solo un 5,1% de los fondos requeridos asegurados hasta la fecha.
Por otro lado, las dinámicas migratorias en la región están experimentando cambios significativos. En enero de 2025, solo 2.229 personas cruzaron el Tapón del Darién, un descenso drástico comparado con las 36.001 del mismo mes del año anterior. Este cambio refleja las dificultades que enfrentan muchos migrantes, especialmente aquellos provenientes de Venezuela, que ahora están regresando a su país debido a la desinformación y las escasas oportunidades en Costa Rica. A medida que los centros de recepción luchan con la reducción de la asistencia humanitaria, la situación se vuelve crítica, afectando especialmente a niños y adolescentes que dependen de servicios de protección y nutrición.