Mario Vargas Llosa, uno de los más prolíficos y reconocidos escritores de la literatura latinoamericana, ha dejado un legado imborrable tras su fallecimiento a los 89 años en Lima el pasado 14 de abril. Su carrera, que abarcó casi siete décadas, fue un viaje literario de gran intensidad que le valió, entre muchos otros galardones, el codiciado Premio Nobel de Literatura en 2010. Con más de 20 novelas, diversas obras de teatro y ensayos que abordan temáticas sociales y políticas, Vargas Llosa ha sido un testigo y crítico de su tiempo, cuyas palabras resonaron mucho más allá de las fronteras de Perú. Su contribución al ámbito literario y cultural fue tal que el gobierno peruano declaró duelo nacional en su honor, mostrando la profunda huella que dejó en su país natal y en el mundo entero.
Nacido en 1936 en la ciudad de Arequipa, Vargas Llosa se convirtió en un ícono del llamado «Boom Latinoamericano», un fenómeno literario que revolucionó la narrativa en español durante la segunda mitad del siglo XX. Su primera novela, «La ciudad y los perros» (1963), no solo marcó su irrupción en el panorama literario internacional, sino que también trascendió como una crítica contundente a la sociedad peruana de su época. Ambientada en el Colegio Militar Leoncio Prado, la novela aborda temas de autoritarismo y desigualdad y se convierte en un espejo de las tensiones políticas y sociales del Perú de aquellos años, desafiando incluso el poder militar que intentó censurarla.
A medida que avanzaba su carrera, Vargas Llosa continuó desafiando las convenciones narrativas, lo que se evidenció en su obra «Conversación en La Catedral» (1969). Esta novela se destaca por su estructura compleja, donde los cambios de narrador y tiempo obligan al lector a participar activamente en la reconstrucción de la historia. En medio del descontento social y político de Perú, la obra se convierte en una meditación sobre la identidad y la decepción, reflejando la desilusión de una generación atrapada entre ideales y realidades dolorosas. Con cada nueva publicación, Vargas Llosa no solo cultivaba su propia voz literaria, sino que también se afirmaba como un crítico acérrimo de las estructuras de poder en el continente.
«La tía Julia y el escribidor», publicada en 1977, representa otro hito en la obra de Vargas Llosa, donde combina la autobiografía con el humor, sin perder de vista su crítica social. Esta novela, inspirada en su escandalosa relación con su tía, muestra la habilidad del autor para transformar experiencias personales en relato literario accesible y entretenido. A medida que avanza su carrera, se mueve hacia temas más complejos y oscuros, como en «La guerra del fin del mundo» (1981), donde se interesa por eventos históricos reales, explorando el choque entre modernidad y tradición en una narrativa épica que desborda reflexiones filosóficas y políticas.
Su obra más reciente, «La fiesta del chivo» (2000), marca un retorno a la forma total de narrar, colocando al lector en el centro de la opresión y el sufrimiento de sociedades bajo regímenes dictatoriales. En esta novela, la figura de Rafael Trujillo se convierte en un símbolo del miedo y la complicidad de un país entero, llenando las páginas con un profundo análisis del impacto del totalitarismo. Con un estilo que combina investigación rigurosa y ficción, Vargas Llosa ofrecía no solo entretenimiento sino también provocaciones morales y éticas sobre la realidad latinoamericana. Al partir de este mundo, el legado de Vargas Llosa se consagra en su inquebrantable dedicación a la literatura y a la exploración de la condición humana, asegurando su lugar en la historia de las letras.