El resurgimiento del interés por el Imperio Romano en las redes sociales ha sido asombroso, desatando un fenómeno cultural contemporáneo. Con el auge de debates y menciones en plataformas como Instagram y X, la pregunta ¿por qué se interesan los hombres por el Imperio romano? ha resonado incluso más allá de las limitaciones de las pantallas de nuestros dispositivos. Este fenómeno se coincide con el estreno de Gladiator II, dirigido por Ridley Scott, que ha revitalizado aún más la fascinación por esta antigua civilización. A lo largo de la historia, Roma ha sido un referente para numerosas sociedades, desde los medievales hasta los renacentistas, y en la actualidad, su legado se interpone entre un vasto mar de información en las redes sociales, mostrando que el interés por esta cultura nunca ha cesado realmente.
La influencia del sistema político romano es otra razón de su perdurable atractivo. Aunque Roma nunca se definió como una democracia en el sentido moderno, su estructura política, que incluía asambleas, votaciones y un senado, sentó bases fundamentales para el pensamiento político occidental. Los romanos desarrollaron conceptos que aún resuenan en nuestras instituciones modernas. A pesar de las diferencias temporales y culturales, el principio del voto y el papel de las instituciones en la vida pública son elementos que hemos heredado de aquella época. Así, el interés por Roma no es solo académicamente atractivo, sino que también induce a una reflexión sobre cómo las ideas políticas han evolucionado a lo largo del tiempo.
El idioma que utilizamos diariamente tiene sus raíces en el latín, lo que convierte a Roma en una abuela lingüística para muchas lenguas contemporáneas. No solo la lengua, sino también la legislación y las instituciones económicas, tienen en Roma su modelo fundacional. Desde conceptos de derecho como el ius hasta el desarrollo de creencias religiosas, todo está entrelazado con la historia de esta civilización. Este legado se aprecia incluso en la liturgia y en la estructura del poder de la Iglesia, que utiliza términos y tradiciones con profundas conexiones romanas. Así, el interés por el pasado romano se vuelve palpable en el presente, ya que muchas de nuestras acciones y creencias están enraizadas en aquellos tiempos lejanos.
Las maravillas arquitectónicas de Roma, como el Coliseo y el Panteón, son emblemáticas y continúan inspirando asombro en la actualidad. Sin embargo, en la era de TikTok e Instagram, donde la cultura de la imagen lo tiene todo, estos monumentos también se convierten en escenarios para el exhibicionismo de la modernidad. Las multitudes realizan selfies y crean contenidos en frente de estos vestigios del pasado, mostrando tanto admiración como una fascinación más oscura por la brutalidad y la violencia que caracterizaban a la Roma antigua. Este morbo, que acompaña al espectáculo de la muerte y la guerra en los coliseos, se ha filtrado en el imaginario popular y se ha consolidado como uno de los muchos enfoques sobre la civilización romana en el cine y en la cultura contemporánea.
Por último, hay una inquietante sombra que acompaña el fascinante legado romano: el miedo a la extinción de las civilizaciones. Este temor ha sido un hilo conductor en la historia de las sociedades europeas, particularmente durante la Ilustración y en el contexto de las guerras mundiales. La mirada hacia Roma se transformó en un estudio de su caída, donde pensadores como Gibbon exploraron no solo los factores internos de su declive, sino también cómo ese desenlace podría resonar con la experiencia contemporánea. En la búsqueda de comprender y superar este miedo, se financiaron proyectos como The Transformations of the Roman World, que intentan enmarcar el final no como un fin absoluto, sino como parte de un continuo proceso de transformación. De esta manera, la conexión entre la Roma antigua y nuestras preocupaciones contemporáneas acerca del destino de nuestras propias culturas se vuelve cada vez más evidente.



















