El presidente Gustavo Petro se encuentra en el centro de una serie de batallas legales y mediáticas originadas por su activo uso de redes sociales. Esta estrategia de comunicación, que busca informar sobre decisiones y cambios en su administración, ha derivado en acusaciones y controversias que han despertado reacciones tanto de sus opositores como del mismo Consejo de Estado. Sin embargo, su estilo directo y a menudo incendiario ha llevado al mandatario a perder más de diez batallas frente a este órgano judicial, que ha ordenado en reiteradas ocasiones que se retracte de afirmaciones hechas en redes sociales, enfatizando la necesidad de respaldar sus acusaciones con pruebas concretas. La situación refleja un riesgo claro: mientras Petro intenta consolidar su imagen a través de las redes, sus palabras pueden tener repercusiones legales significativas, alimentando un ambiente de tensión y confrontación política en el país.
Uno de los episodios más notables que ilustra este conflicto es la disputa que el presidente ha mantenido con Germán Vargas Lleras. En este caso concreto, el Consejo de Estado falló a favor de Vargas Lleras, obligando a Petro a retractarse tras acusarlo de ignorar una propuesta crucial relacionada con la infraestructura vial en Bogotá. La afirmación de Petro, emitida sin pruebas claras, desencadenó una avalancha de críticas y evidenció la necesidad del presidente de moderar sus declaraciones. La resolución del Consejo de Estado no solo constituye una victoria para el exvicepresidente, sino que también subraya la importancia de la responsabilidad en el discurso público, señalando que las acusaciones deben fundamentarse en hechos comprobados para evitar la deslegitimación de sus argumentos.
Más allá de sus enfrentamientos con figuras políticas prominentes, las redes sociales de Petro se han convertido en un terreno de ataque contra ciudadanos comunes, lo que ha llevado a una creciente preocupación sobre su retórica y el impacto que tiene en la opinión pública. Un incidente destacable fue el caso de Hannah Escobar, quien fue tildada de «nazi» por el presidente tras expresar sus críticas hacia la reforma a la salud. Las reacciones a este ataque fueron inmediatas, generando amenazas y un ambiente hostil hacia la comentarista. El Consejo de Estado falló a su favor, subrayando el derecho a la libertad de expresión y a la crítica, pero Petro no cumplió adecuadamente con la orden, lo que desencadenó la necesidad de que Escobar buscara de nuevo justicia por desacato.
El presidente también se ha metido en controversias al descalificar a grupos de manifestantes, como ocurrió recientemente cuando denominó «victimarios» a jóvenes que se manifestaron. Este tipo de declaraciones no solo ponen en riesgo el derecho fundamental a la protesta, sino que también provocan respuestas contundentes por parte del sistema judicial, que busca proteger las libertades individuales. La tutela interpuesta por uno de estos jóvenes recibió respuesta favorable del Consejo de Estado, reiterando la importancia de respetar el derecho a manifestarse sin ser objeto de estigmatización o violencia verbal. Este episodio evidencia cómo los mensajes impulsivos de Petro en redes sociales pueden llevar a conflictos legales que comprometen su administración y reputación.
A pesar de las críticas y las derrotas en los tribunales, Petro ha logrado, en contadas ocasiones, salir airoso de sus combates en redes. Un ejemplo es el segundo ataque a los medios de comunicación durante la posesión de la nueva defensora del Pueblo, donde descalificó a periodistas y los vinculó a entidades criminales. Aunque esto provocó una ola de indignación y defensa colectiva por parte de los comunicadores, el Consejo de Estado determinó que no existían razones legales suficientes para sancionar su comentario. Esta situación resalta la complejidad del uso de las redes sociales en la política actual, donde el presidente continúa sin moderar su discurso, dejando la puerta abierta a más controversias que influyen tanto en su imagen como en el clima social del país.