Francia Márquez, actual vicepresidenta de Colombia, llegó a una localización reservada en Cali bajo un estricto esquema de seguridad, reflejo de las amenazas de muerte que ha enfrentado desde antes de asumir su mandato. Su trayectoria como activista en el Pacífico colombiano ha sido marcada por la lucha por los derechos humanos y la justicia social. Al encontrarse con un periodista de BBC Mundo, se mostró seria pero firme, respondiendo con determinación a la pregunta sobre su día a día: “Luchando, como siempre”. Su reciente salida como ministra de Igualdad dejó entrever las tensiones políticas en el gobierno de Gustavo Petro, evidenciando las complejidades de su papel en un contexto tan volátil.
La brecha entre las promesas de cambio y la realidad política actual ha sido un tema candente desde el ardiente Consejo de Ministros donde Petro criticó a su gabinete antes de su renuncia. Francia Márquez, en una carta dirigida a la nación, expresó que su vida corría peligro al denunciar situaciones adversas. En este contexto, su declaración de que ser honesta puede tener costes fue un fuerte llamado de atención sobre la cultura política en Colombia, donde la crítica a las decisiones del gobierno puede resultar peligrosa, especialmente para una figura pública como ella, que ha estado en el ojo del huracán desde su llegada al poder.
El reciente nombramiento de Armando Benedetti, un político controvertido por acusaciones de corrupción y violencia de género, ha agitado aún más el clima político. Francia Márquez no ha dudado en expresar su descontento frente a la situación, enfatizando que su compromiso es con las mujeres y las personas vulnerables, y que no puede permanecer en silencio ante las violaciones a los derechos humanos. Esto ha llevado a una crisis dentro del gabinete de Petro, donde varias renuncias ministeriales han resaltado la fricción entre el discurso del cambio y la práctica política de la administración actual, generando un debate intenso sobre la dirección del gobierno.
A través de su ministerio, Francia Márquez dejó un legado con programas como ‘Hambre Cero’ y ‘Agua es Vida’, que buscan mitigar la inequidad y el sufrimiento en las regiones más afectadas por la pobreza. Sin embargo, su evaluación sobre el avance en igualdad y equidad revela una perspectiva crítica: no se pueden sanar cinco siglos de marginación en unos pocos años. A pesar de los desafíos, Márquez asegura que su elección como mujer afrocolombiana ha abierto puertas y sembrado semillas de esperanza para las futuras generaciones, instando a la población a no perder la fe en la transformación social.
En su análisis del contexto político actual, Márquez considera que la lucha por la paz y la justicia está lejos de terminar. La complejidad del conflicto armado en Colombia se entrelaza con dinámicas históricas de exclusión y violencia estructural. Al abordar la política antidrogas, subraya la necesidad de una reforma integral, señalando que la legalización de ciertos cultivos podría ser una vía para afrontar la crisis que vive el país. En un tono esperanzador, afirma que aunque no se alcanzarán todas las metas en su administración, el camino hacia un futuro de paz es posible, y es responsabilidad del próximo gobierno continuar con esta labor.