Alemania se encuentra en un punto crucial en su historia política, ya que este domingo los ciudadanos acudirán a las urnas para elegir un nuevo gobierno en un contexto marcado por cambios drásticos tanto a nivel nacional como internacional. La economía alemana, tradicionalmente considerada como la «locomotora de Europa», ha entrado en un estancamiento preocupante, con pronósticos que indican una contracción del Producto Interno Bruto (PIB) en 2023 y 2024. A esto se suma un ambiente internacional tenso, exacerbado por la política exterior del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha adoptado un enfoque más confrontativo hacia sus aliados europeos, incluyendo Alemania. Este panorama ha generado una sensación palpable de urgencia entre los votantes, quienes sienten que el país necesita transformaciones profundas para enfrentar los desafíos actuales.
Las encuestas prevén que la CDU, bajo la dirección de Friedrich Merz, sea la fuerza más votada en las elecciones, mientras que la ultraderechista Alternativa por Alemania (AFD) podría alcanzar los mejores resultados de su historia. En contraste, el Partido Socialdemócrata (SPD), encabezado por el actual canciller Olaf Scholz, parece estar en caída libre, víctima del desgaste ocasionado por las luchas internas en su coalición. La gran incógnita radica en si Merz tendrá la capacidad de formar un gobierno estable que permita implementar las reformas necesarias para revitalizar un modelo económico que ha sido un referente en Europa pero que ahora enfrenta serias grietas.
La política exterior de Estados Unidos bajo Trump ha generado una nueva dinámica en la seguridad europea, obligando a Alemania a reconsiderar su estrategia defensiva. La reciente invasión rusa de Ucrania ha precipitado un cambio significativo en la postura alemana, que ha abandonado su tradicional enfoque pacifista. El envío de armamento letal a Ucrania y un aumento en el gasto en defensa son ejemplos de esta nueva dirección. Sin embargo, este compromiso con la defensa contrasta con la difícil situación económica que vive el país, lo que plantea un dilema para el futuro gobierno: cómo equilibrar la inversión en seguridad con la necesidad de impulsar el crecimiento económico.
La situación económica de Alemania se complica por la transición industrial que el país debe enfrentar. La dependencia de combustibles fósiles, especialmente del gas ruso, ha hecho que la economía se sienta amenazada por la guerra en Ucrania y la crisis energética resultante. Con España superando a Alemania como el líder del crecimiento en la UE, expertos advierten sobre la necesidad de reformas que fomenten un entorno más favorable para los negocios. A pesar de estas dificultades, Alemania aún cuenta con una mano de obra altamente cualificada y una deuda pública relativamente baja, lo que podría ser un punto de partida para la recuperación económica bajo un nuevo liderazgo.
El tema de la inmigración también juega un papel crucial en el contexto electoral. La decisión de Angela Merkel en 2015 de abrir las fronteras a los refugiados sirios ha generado tanto beneficios como desafíos. Si bien la inmigración ha contribuido a mitigar la caída de la natalidad, también ha alimentado tensiones sociales y ha sido aprovechada por la ultraderecha para ganar terreno político. La AFD, con su retórica antiinmigrante, se presenta como una alternativa atractiva para muchos votantes descontentos, lo que representa un desafío significativo para los partidos tradicionales. A medida que Alemania se dirige a las urnas, la capacidad de los nuevos líderes para abordar estos problemas de manera efectiva será crucial para el futuro del país.