Tras tres años de ligero crecimiento, la economía de Venezuela vuelve a sumergirse en una crisis económica de grandes proporciones, acentuando la hiperinflación, la escasez de divisas y la caída en la producción petrolera. En un informe reciente de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), se prevén cifras alarmantes, incluyendo una inflación que superará el 200% y una contracción económica del 2,05% para finales de 2025. Según el economista José Manuel Puente, las tensiones políticas y la falta de credibilidad en las recientes elecciones presidenciales han desestabilizado aún más la economía. El panorama se presenta oscuro, destacando que las ilusiones de recuperación no han ido acompañadas de políticas económicas efectivas que fortalezcan de manera sostenible el crecimiento.
La declaración de «emergencia económica» por parte del presidente Nicolás Maduro, atribuida a las sanciones internacionales y la guerra comercial liderada por Donald Trump, refleja la severidad de la situación. Desde 2014, Venezuela ha perdido más del 80% de su PIB en un ciclo continuo de recesiones, y aunque ha observado un leve crecimiento recientemente, muchos economistas apuntan que este crecimiento es simplemente un fenómeno temporal. Con el país enfrentando un ajuste estructural profundo, la economía depende en gran medida de su industria petrolera, la cual está marcada por la incertidumbre tras la amenaza de salida de las principales empresas petroleras del país.
Uno de los factores críticos detrás del estancamiento económico es la salida proyectada de las empresas petroleras extranjeras. Pese a un ligero alivio de las sanciones bajo la administración de Joe Biden en 2022, la reciente revocación de licencias por parte de Donald Trump para compañías como Chevron y BP ha encendido las alarmas. Se estima que Chevron, que representa una parte significativa de las operaciones y los ingresos de divisas del país, tendrá un impacto devastador si se concreta su salida. La caída en los ingresos por exportaciones de petróleo, que constituyen el 85% de las divisas de Venezuela, podría ser catastrófica, exacerbando la crisis económica y provocando una caída aún mayor en el valor del bolívar.
La devaluación del bolívar, que ya se encontraba en marcha, ha sido acelerada por medidas restrictivas e incertidumbres económicas. En solo cuatro meses de 2025, ha visto una devaluación significativa frente al dólar, lo que está generando pánico en los mercados e incrementando la inflación. La diferencia entre el tipo de cambio oficial y el paralelo refleja una economía en crisis, donde el fortalecimiento de la moneda estadounidense se traduce en mayor escasez de dólares y un aumento de la presión inflacionaria. Economistas advierten que, sin una coordinación adecuada entre políticas monetarias y fiscales, el país podría enfrentar una hiperinflación desbocada, minando cualquier esfuerzo reciente por estabilizar la economía.
Finalmente, las sanciones secundarias impuestas por Estados Unidos y la caída de los precios del petróleo plantean un futuro incierto para la economía venezolana. La reciente caída del crudo Brent y la posible reducción en la compra de petróleo por parte de países como China, sumado a los altos aranceles fijados por las políticas de Trump, complican aún más la situación. Con la disminución de ingresos y la falta de una respuesta política efectiva, expertos sugieren que el país vaticina una recesión prolongada. Para salir de este ciclo, sería esencial no solo un cambio en el modelo económico, sino también una transformación política que brinde la estabilidad necesaria para implementar reformas efectivas.