La guerra civil en Sudán continúa devastando el país, sumiendo a su población en una crisis humanitaria de proporciones inimaginables. Desde que estallaron los combates en abril de 2023, más de 30 millones de personas se ven afectadas por la inseguridad y la falta de alimentos, lo que representa más de dos tercios de la población total. La ONU ha hecho un urgente llamado a la comunidad internacional para recaudar 4200 millones de dólares que se destinarían a operaciones de ayuda, advirtiendo que las condiciones en el país se deterioran rápidamente. Esta crisis ha sido descrita como la más grave del mundo, con un aumento alarmante de la desnutrición y la inseguridad alimentaria, particularmente en regiones como el norte de Darfur y las montañas Nuba, donde se han reportado casos de hambruna.
La guerra ha interrumpido el proceso de paz que parecía estar tomando forma a finales de 2022, tras años de inestabilidad política y social. Las tensiones entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido, que inicialmente se unieron para derrocar al dictador Omar al-Bashir, han culminado en enfrentamientos violentos. A medida que las hostilidades se intensifican, la ONU se enfrenta al desafío de operar desde Puerto Sudán, ya que Jartum ha sido evacuada. A pesar de los esfuerzos de mediación del enviado de la ONU, Ramtane Lamamra, la situación sigue siendo crítica, y la comunidad internacional observa con creciente preocupación el sufrimiento de la población civil atrapada en medio del conflicto.
El desplazamiento forzado es un fenómeno alarmante en Sudán, donde millones han dejado sus hogares en busca de seguridad. Con más de tres millones de refugiados y casi nueve millones de desplazados internos, la crisis de desplazamiento en Sudán supera incluso a la población total de Suiza. Las oleadas de desplazamientos causadas por los cambios en el frente de batalla complican la asistencia humanitaria, y aquellos que huyen enfrentan graves limitaciones en el acceso a alimentos y servicios básicos. En los campos de refugiados, la situación es crítica, con brotes de enfermedades como el cólera y el sarampión que amenazan la vida de miles. Organizaciones como ACNUR y la OIM trabajan incansablemente para ofrecer ayuda, pero la carga de la crisis sigue siendo abrumadora.
La violencia y la inseguridad han escalado a niveles alarmantes, afectando desproporcionadamente a mujeres y niñas. Con reportes de violaciones, matrimonios forzados y secuestros, la situación es cada vez más desesperante. En una semana reciente, se registraron más de 275 muertes, lo que resalta el peligro inminente para la población civil. La ONU ha documentado violaciones sistemáticas de derechos humanos por parte de ambos bandos en conflicto. Además, los adolescentes se encuentran en riesgo de ser reclutados por grupos armados, lo que perpetúa el ciclo de violencia y desestabiliza aún más la región. Las organizaciones humanitarias luchan por proteger a las personas más vulnerables, pero los recursos son escasos.
La escasez de financiación es un obstáculo crítico en la lucha por mitigar el sufrimiento de la población sudanesa. La ONU ha subrayado que los recursos actuales son insuficientes para cubrir las necesidades básicas de los refugiados y desplazados. El llamado a recaudar 4200 millones de dólares es un intento de hacer frente a la abrumadora demanda de asistencia humanitaria. Sin embargo, según Edmore Tondhlana de OCHA, esta cifra apenas rasguña la superficie de lo que se necesita, destacando que se intenta ayudar a 21 millones de personas, lo que implica un gasto mínimo de 0,50 dólares al día por persona. La comunidad internacional debe actuar con urgencia para proporcionar el apoyo necesario y evitar que la crisis se convierta en un desastre aún mayor.