La situación en Haití ha alcanzado niveles alarmantes, convirtiéndose en una de las crisis más severas de su historia reciente. Especialmente desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, el país ha visto un rápido deterioro en la estabilidad política y social. La capital, Puerto Príncipe, es un microcosmos de esta descomposición, donde la violencia de las pandillas ha hecho que vastas áreas queden bajo su control, exacerbando los problemas de seguridad y creando una emergencia humanitaria en curso. La vida diaria para los ciudadanos ha sido transformada radicalmente, llevándolos a vivir en un estado constante de temor y precariedad.
Médicos Sin Fronteras (MSF) ha mantenido su presencia en Haití, ofreciendo servicios de salud vitales en medio de este caos. En 2024, la organización registró más de 72,000 consultas médicas y atendió a miles de víctimas de violencia, incluidos 4,800 sobrevivientes de violencia sexual. A pesar de las condiciones peligrosas, MSF sigue operando en áreas críticas como Cité Soleil, donde su hospital ofrece atención a aproximadamente 2,500 personas al mes. Sin embargo, el personal médico enfrenta constantes amenazas y ataques, lo que ha llevado a la organización a cerrar temporalmente algunas instalaciones y revaluar sus operaciones en el país.
La crisis humanitaria es especialmente aguda en Puerto Príncipe, donde los grupos armados han consolidado su poder, creando un entorno hostil para la atención médica. Por ejemplo, en noviembre, una ambulancia de MSF fue detenida por policías, quienes confundieron a los pacientes con miembros de pandillas, lo que resultó en un incidente trágico. La violencia no solo afecta a los pacientes, sino que también pone en riesgo la vida del personal médico, compuesto en su mayoría por haitianos que enfrentan la violencia en sus propios vecindarios. Diana Manilla, jefa de la misión de MSF en Haití, destaca que la situación está llegando a un punto crítico, donde deberán decidir sobre la continuidad de su misión frente a la creciente amenaza.
La situación ha empeorado a medida que el financiamiento internacional se ha recortado, exacerbando las carencias en un sistema de salud que ya está en crisis. Según Manilla, la congelación de fondos de EE. UU. ha tenido un impacto directo en la capacidad de organización para proporcionar servicios esenciales, especialmente en lo que respecta a la atención a las mujeres, que son las más vulnerables en el contexto de la violencia sexual. Con el cierre de muchas estructuras de salud en Puerto Príncipe -alrededor del 60% de ellas- las necesidades continúan aumentando, dejando a MSF en una posición complicada para ofrecer respuestas efectivas.
El mensaje que MSF envía a la comunidad internacional es claro: la crisis de Haití es una crisis olvidada que necesita atención urgente y apoyo. La falta de financiamiento adecuado ha restringido la capacidad de respuesta humanitaria, lo que a su vez ha profundizado la crisis de cólera, el desplazamiento forzado y la violencia que sufre el público más vulnerable. La comunidad internacional, especialmente los países en posición de ayudar, debe intensificar su compromiso con Haití y garantizar que se brinde asistencia a quienes más la necesitan, antes de que sea demasiado tarde.