La historia de Carlos Arturo Gallón es un relato que fusiona la tragedia de la guerra con la búsqueda de identidad. Nacido como Yung Ucheol en Corea, su vida dio un giro drástico cuando, en 1951, fue encontrado por soldados colombianos que luchaban en el conflicto de Corea. Con tan solo siete años, Carlos Arturo fue rescatado de la miseria y la guerra en la que había quedado atrapado junto a muchos otros huérfanos. Sin un nombre claro y con un futuro incierto, su viaje a Colombia se convertiría en un episodio inesperado en la memoria colectiva de ambos países. La adopción de Carlos por parte de Aureliano Gallón, un soldado de espíritu paternal, marcó el inicio de un nuevo capítulo en su vida, uno que lo llevaría a la fama y a la posterior búsqueda de sus raíces.
Andrés Sanín, un periodista colombiano, decidió contar esta asombrosa historia a través de su libro «El niño de la tula», donde reconstruye la vida de Carlos Arturo mediante entrevistas y testimonios de quienes lo rodearon. El relato no solo narra el viaje desde la guerra hacia un nuevo hogar, sino que también aborda los conflictos emocionales y de identidad que el pequeño enfrentó. La guerra de Corea, el primer conflicto militar de la Guerra Fría, no solo dejó un país dividido, sino que también marcó para Carlos un destino lleno de altibajos, desde su niñez en un Colombia convulso hasta su reconocimiento como un símbolo de esperanza y desafío.
Reviviendo la historia a partir del testimonio de su padre adoptivo, Aureliano Gallón, Sanín llevó al lector por un recorrido que revela la curiosidad y el instinto de conservación que guiaron a los hombres del Batallón Colombia. Gallón, al encontrar a Yung Ucheol hurgando entre los desechos, lo llevó con él, convirtiéndose en su protector a pesar de las complicaciones de la guerra. Luego de un viaje clandestino a Colombia, Carlos Arturo se vio inmerso en un mundo completamente diferente, donde las exigencias de la vida cotidiana y el conflicto armado del país ponían a prueba su adaptación mientras buscaba su lugar en un nuevo entorno.
La vida de Carlos Arturo en Colombia estuvo marcada por el arduo proceso de asimilación y por los fantasmas de su pasado. Aunque construyó una vida rodeada de una familia adoptiva y alcanzó un cierto nivel de reconocimiento, el dolor por su origen y la separación de su madre nunca se desvanecieron por completo. A través de una narración que entiende el trauma ensombrecido por la guerra, Sanín logra humanizar a Carlos, quien, aún con una carrera en el ámbito militar colombiano, se vio atrapado entre dos mundos: el que había dejado atrás y el que había elegido, sin poder escapar de sus raíces.
El regreso inesperado a Corea, casi medio siglo después, no solo sirvió como cierre de un capítulo sino también como un renacer emocional. En su viaje en 1999, Carlos Arturo tuvo la oportunidad de reunirse con su hermana y, en un emotivo reencuentro, comenzó a sanar viejas heridas. La historia de Carlos Arturo Gallón, que había permanecido oculta durante años, revela mucho más que la travesía de un niño coreano en Colombia. Es un poderoso recordatorio de cómo las guerras fracturan vidas, pero también cómo el amor y la familia pueden tejer nuevos lazos. Su vida, aunque marcada por el sufrimiento y la pérdida, se convierte en un símbolo de superación, mostrando cómo el contacto con el pasado puede sanar incluso las heridas más profundas.