En un impactante informe presentado por el presidente Gustavo Petro durante la reunión del Gabinete del 7 de abril, se reveló que la Nación ha perdido la pista de 62,264 armas estatales. Este anuncio se produce en medio de un clima de creciente preocupación por la seguridad en el país y la implicación de empresas privadas en la entrega de armamento a grupos criminales. El presidente señaló que el ente encargado de la vigilancia privada ha estado haciendo caso omiso de la situación, dando lugar a un aumento en la paramilitarización y la infiltración de armas oficiales en organizaciones delictivas.
La controversia se centra en la empresa de seguridad Pretorian Security, que ha estado bajo investigación por presuntamente facilitar armas y documentos de identificación a criminales. Esta compañía, que ha mantenido una relación cercana con la Unidad Nacional de Protección (UNP), es señalada como una de las beneficiarias de un contrato multimillonario por parte del gobierno, en medio de acusaciones serias sobre su participación en actividades irregulares. La opinión pública cuestiona por qué el presidente Petro no mencionó específicamente a esta empresa durante su declaración, a pesar de que la conexión es ampliamente conocida.
El informe de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada pone de manifiesto que no sólo hay una falta de control sobre las armas estatales, sino que también se está facilitando la formación de parapol militarismo en Colombia. Petro enfatizó que las armas perdidas aún conservan los sellos oficiales y que muchos de los hombres armados encargados de proteger a figuras del crimen organizado son ahora identificados como escoltas de compañías privadas, lo que plantea preguntas inquietantes sobre la efectividad de las regulaciones de seguridad en el país.
La situación ha suscitado una fuerte respuesta de organizaciones sindicales y sociales, que exigen una investigación exhaustiva sobre la participación de la UNP y sus alianzas con empresas como Pretorian Security. Estas voces claman por una mayor transparencia y rendición de cuentas en el manejo de la seguridad pública, especialmente en un contexto donde la violencia y el crimen organizado parecen estar en aumento. La revelación de la cantidad de armas perdidas añade un aire de urgencia a estas reivindicaciones.
Mientras tanto, el escándalo continúa creciendo. En un país donde la corrupción y la violencia han sido problemas persistentes, la revelación de que más de 62,000 armas han desaparecido plantea serias dudas sobre la capacidad del gobierno para proteger a sus ciudadanos. La administración de Petro enfrenta ahora no solo la tarea de recuperar estas armas, sino también la complicada labor de restaurar la confianza pública en las instituciones de seguridad, profundamente socavadas por la implicación de empresas privadas en actos ilícitos.