En su más reciente aparición en televisión, el presidente Gustavo Petro volvió a ser objeto de controversia al realizar una alocución presidencial que, según analistas y sectores opositores, se asemejaba más a un Consejo de Ministros. Esta intervención, que duró casi dos horas, fue emitida en horario estelar y generó una ola de críticas, pues muchos consideraron que se estaba abusando de una figura que tradicionalmente comunicaba asuntos de urgenicia nacional. La repetición del uso de esta alocución ha llevado a cuestionar su naturaleza, transformando lo que antes era un evento excepcional en una rutina comunicativa que parece perder sentido en el contexto actual de la política colombiana.
Históricamente, las alocuciones presidenciales eran momentos que capturaban la atención del país entero, donde se esperaba un anuncio de alta relevancia. Sin embargo, con la frecuencia con la que el actual presidente está utilizando esta herramienta, sus apariciones han empezado a pasar desapercibidas. Este uso excesivo provoca que la ciudadanía no solo se sienta indiferente, sino que también surjan críticas por el manejo de la información y la falta de diversidad en las fuentes. Según el reciente fallo del Consejo de Estado, la decisión del mandatario de utilizar los canales privados para trasmitir un Consejo de Ministros, camuflado como una alocución, va en contra de los principios de libertad de prensa y autonomía de los medios.
El conflicto legal que acompaña a estas decisiones no es menor. A pesar de que se esperaba que el uso de los canales privados para consejos de ministros cesara tras la resolución del Consejo de Estado, Petro parece haber desafiado estos lineamientos. Esto ha llevado a que especialistas en derecho y analistas políticos cuestionen la legalidad de estos actos y su impacto en la institucionalidad del país. La falta de respeto a un fallo judicial refleja no solo un desacato a la autoridad, sino una falta de consideración hacia los procesos democráticos fundamentales para el funcionamiento del Estado.
Expertos como Luis Alberto Álvarez, presidente del Consejo de Estado, han manifestado que lo ocurrido en las recientes alocuciones desdibuja el concepto mismo de la figura presidencial, la cual debería reservarse para situaciones que demandan una comunicación directa y urgente. Comentó que la utilización de este espacio por parte del presidente para presentar a su gabinete y discutir temas no urgentes es inadecuada y vulnera la libertad de los canales de televisión, así como el derecho del público a recibir información variada. Este tipo de actos genera un entorno donde la población podría cuestionar la legitimidad de la información que reciben y la independencia de los medios.
Este ambiente de confrontación entre el poder ejecutivo y el judicial plantea preguntas sobre la ética del ejercicio del poder en Colombia. Personalidades como el exmagistrado Gustavo Gómez han advertido que la desobediencia a los fallos judiciales no solo compromete la legalidad, sino que también establece un mal ejemplo a otras autoridades. Los mecanismos legales están disponibles para que el presidente impugne decisiones que considere equivocadas; sin embargo, el camino de la burla y el desacato solamente erosiona la confianza de los ciudadanos en sus instituciones. En un marco donde petro ha recurrido a 35 alocuciones en su mandato, es prioritario reflexionar sobre el rumbo que está tomando la política de comunicación en su gobierno.