En una extraordinaria historia de perseverancia y búsqueda de identidad, Tété-Michel Kpomassie, un joven de 16 años originario de Togo, decidió emprender un viaje que lo llevaría a Groenlandia tras enterarse de que en esa remota región no existían serpientes. Su vida cambió drásticamente después de un encuentro aterrador con una serpiente que lo dejó con una profunda aversión a estos reptiles, lo que lo llevó a buscar un lugar donde pudiera vivir sin miedo. Así, en 1958, comenzó una travesía de ocho años que lo llevaría por diversas partes de África y Europa, hasta alcanzar su destino en el Ártico.
El camino de Tété-Michel no fue fácil. Después de una caída que casi le cuesta la vida y el intento de su padre de convertirlo en sacerdote del culto a las serpientes, Tété-Michel encontró consuelo y motivación en un libro que descubrió en la biblioteca de los misioneros franceses. Este texto sobre los esquimales de Groenlandia despertó en él un deseo profundo de explorar una cultura completamente diferente y, sin dudarlo, empezó a planear su aventura, a pesar de los peligros y la incertidumbre que le esperaban.
Finalmente, tras varios años de esfuerzos y viajes, Tété-Michel llegó a Copenhague, donde se le advirtió que su objetivo de llegar a Groenlandia sería complicado. Sin embargo, su determinación fue más fuerte que cualquier obstáculo. Compró un boleto en un barco hacia Julianehaab, y durante el viaje, fue testigo de la belleza helada del paisaje ártico, un espectáculo que jamás había imaginado. Su llegada a Groenlandia marcó el inicio de una nueva vida, aunque también fue un momento de sorpresa y curiosidad para los habitantes que nunca habían visto a un hombre negro.
En Groenlandia, Tété-Michel se encontró con una comunidad que al principio lo recibió con recelo. Sin embargo, su carisma y su entusiasmo por aprender la cultura inuit lo llevaron a ser querido por los lugareños, especialmente por los niños, quienes lo apodaron Tornasuk, un nombre que hace referencia a gigantes de la mitología local. Con el tiempo, no solo se adaptó a su nuevo hogar, sino que también se convirtió en un miembro respetado de la comunidad, aprendiendo a cazar y a vivir al estilo inuit, lo que le permitió apreciar profundamente la conexión que tenían con la naturaleza.
A pesar de que su nueva vida en Groenlandia le brindó todo lo que había buscado, Tété-Michel sintió que debía regresar a su tierra natal para compartir su historia. Su libro «Un Africano en Groenlandia» no solo capturó la atención de muchos, sino que también le otorgó un nuevo nivel de respeto en su comunidad. Actualmente, es invitado a universidades para hablar sobre su experiencia, convirtiéndose en un puente cultural entre África y Groenlandia. Su travesía es un testimonio de cómo la búsqueda de un lugar seguro y la aceptación pueden llevar a una vida rica en experiencias y entendimiento.