Luego de la masiva operación policial en las favelas de Río de Janeiro contra el grupo criminal Comando Vermelho, las cifras de víctimas mortales han aumentado drásticamente. Inicialmente, las autoridades informaron que al menos 64 personas habían fallecido, entre ellas cuatro policías. Sin embargo, los residentes de las favelas han hallado numerosos cuerpos que fueron expuestos en una plaza del barrio de Penha, elevando el conteo a un alarmante total que podría superar los 120 muertos, según los testimonios y reportes de diversos medios de comunicación.
Los relatos de los vecinos indican que aún hay cuerpos en la cima de la colina, lo que subraya la magnitud y brutalidad del operativo policial más grande que se haya realizado en Río de Janeiro, con la movilización de 2,500 agentes. Esta acción fue un intento significativo de erradicar a Comando Vermelho, el grupo criminal más poderoso en la región, que opera en las favelas y zonas urbanas con alta densidad poblacional. Helicópteros y vehículos blindados se utilizaron en la intervención que se llevó a cabo en los complejos de Penha y Alemão, dejándole una huella imborrable en el tejido social de la comunidad.
El gobernador de Río, Claudio Castro, defendió la operación, afirmando que los presuntos criminales fueron «neutralizados» durante la redada. En un comunicado en la red social X, enfatizó que esta fue la mayor acción policial de la historia de la ciudad y que se había logrado la detención de 81 sospechosos, además de la incautación de 93 rifles y más de media tonelada de drogas. Sin embargo, sus palabras han suscitado reacciones de indignación entre los habitantes de las favelas, quienes sienten que estas operaciones no sólo perpetúan la violencia, sino que también desestabilizan aún más sus comunidades.
La respuesta de la población no se hizo esperar, con manifestaciones de dolor y desesperanza alrededor de los cuerpos expuestos en la plaza. En medio de un profundo silencio, los residentes levantaron los plásticos y las telas en un intento de identificar a sus seres queridos. La desesperación se palpa en el aire, con gritos que resuenan en las calles clamando que «esto no es seguridad pública, es estado de excepción!» La opinión de muchos es que estas operaciones no traerán la paz anhelada a Río de Janeiro, sino que perpetuarán un ciclo de violencia que ha persistido durante décadas en las favelas.
En medio de esta crisis, voces como la de Talíria Petrone han planteado una crítica urgente: «La favela no es territorio enemigo». Estos tiempos de violencia han llevado a una reflexión sobre la eficacia de la militarización y la necesidad de cambiar la estrategia hacia un enfoque que priorice la seguridad y los derechos humanos. La realidad actual en Río de Janeiro invita a repensar los métodos utilizados en la lucha contra el narcotráfico y a buscar alternativas que aborden las raíces del conflicto, en lugar de continuar alimentando un ciclo de sangre y lágrimas.



















