La Operación Contención, ejecutada el 28 de octubre en los complejos de Alemão y Penha en Río de Janeiro, ha sido catalogada como la acción policial más letal de la historia de Brasil, con un saldo trágico de 121 muertos, incluidos cuatro agentes de policía, y 113 detenidos. Este operativo, que ha causado un profundo impacto en las comunidades afectadas, fue impulsado por el gobernador Cláudio Castro, quien justificó la operación como un «éxito» en la lucha contra el Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más prominentes del país. Sin embargo, las críticas de organismos de derechos humanos han surgido en respuesta a la elevada cifra de muertes, lo que pone de manifiesto el dilema entre la seguridad pública y el respeto a los derechos humanos en Brasil.
Cláudio Castro, abogado de 46 años y miembro del Partido Liberal, ha sido una figura controvertida en la política brasileña. Después de ascender al poder interinamente tras la destitución de su predecesor, Wilson Witzel, su administración ha estado marcada por un aumento en la violencia policial, con dos tercios de las principales matanzas en Río de Janeiro ocurriendo bajo su mandato. Aunque algunos críticos lo describen como un político sin carisma y que llegó «por accidente» a la gobernación, Castro ha sabido capitalizar su imagen entre los votantes más conservadores, implementando una política de seguridad contundente que ha acentuado la tensión entre la policía y las comunidades vulnerables.
La fe religiosa y la política de seguridad están intrínsecamente ligadas en la gestión de Castro. Identificado con la Renovación Carismática de la Iglesia católica, ha utilizado su influencia religiosa para promover un mensaje de moralidad y orden, presentando sus acciones como parte de un mandato divino. Sin embargo, su enfoque ha sido cuestionado por analistas, quienes argumentan que la represión a los grupos criminales, aunque popular entre ciertos sectores de la población, a menudo ignora las causas subyacentes de la delincuencia y perpetúa un ciclo de violencia. Según Daniel Hirata, experto en criminología, la administración de Castro se caracteriza por la falta de una estrategia coherente más allá de las operaciones policiales mediáticas que terminan en excesos.
El alineamiento de Castro con el legado del expresidente Jair Bolsonaro ha tenido repercusiones significativas en su relevancia política. Ambos comparten una postura dura contra el crimen organizado y han abogado por la necesidad de endurecer la legislación y utilizar respuestas policiales más severas. En un contexto donde las organizaciones criminales buscan extender su control, Castro ha buscado la consolidación de su imagen como un líder fuerte, capaz de enfrentarse a la delincuencia en un estado que, según sus propias palabras, se está convirtiendo en un «México» o «Colombia» en términos de seguridad pública. Sin embargo, al distanciarse de Bolsonaro, intentó captar un electorado más amplio, especialmente entre aquellos desilusionados con el Partido de los Trabajadores.
A pesar de las críticas y el rechazo de las organizaciones de derechos humanos, Cláudio Castro ha encontrado respaldo en otros líderes políticos de corriente conservadora, quienes lo han felicitado tras la Operación Contención. En este sentido, se ha formado un Consorcio de la Paz, donde varios gobernadores de estados adyacentes intentan coordinar esfuerzos contra el crimen organizado, mostrando un claro rechazo a las políticas de seguridad del gobierno federal. Este movimiento revela la polarización política en Brasil y la continua presión que enfrenta la administración de Castro, quien busca, a través de operaciones policiales de gran impacto, solidificar su apoyo entre la ciudadanía y prepararse para unas futuras elecciones donde aspira a convertirse en senador.



















