El huracán Melissa ha alcanzado la temida categoría 5, convirtiéndose en uno de los huracanes más potentes que se han formado recientemente en el Atlántico. Con vientos sostenidos que alcanzan los 280 kilómetros por hora, Melissa no solo se posiciona como una amenaza para Jamaica, que se encuentra a tan solo 200 kilómetros de distancia, sino que también recuerda a la población los devastadores efectos que pueden tener estos fenómenos naturales. La temporada de huracanes del Atlántico 2023, que va del 1 de junio al 30 de noviembre, ha sido especialmente activa, con tres huracanes de máxima categoría formándose, algo que no sucedía desde hace dos décadas. Las expectativas sobre el impacto que Melissa podría tener en la isla caribeña son alarmantes, haciendo eco de otros huracanes históricos que han dejado huellas de destrucción.
La historia reciente de huracanes en el Caribe y la costa sudeste de Estados Unidos está marcada por tragedias y daños multimillonarios. El huracán Katrina, que tocó tierra en 2005, es uno de los ejemplos más trágicos de lo que puede suceder cuando un huracán de categoría 5 alcanza áreas pobladas. Katrina dejó más de 1,300 muertes y daños que superan los 125,000 millones de dólares, convirtiéndose en el más costoso y uno de los más mortales de la historia registrada. A pesar de que Katrina se debilitó al tocar Luisiana, su paso por el Golfo de México fue devastador y dejó importantes lecciones sobre la preparación y la respuesta a huracanes de gran magnitud.
Otro ejemplo crítico del poder destructivo de los huracanes es el huracán Ian, que llegó a Florida en 2022. Ian, que también alcanzó categoría 5 antes de tocar tierra, causó más de 150 muertes y dejó daños valorados en 112,000 millones de dólares, siendo considerado uno de los más destructivos en la historia de este estado. Aunque perdió fuerza rápidamente tras su impacto, no fue suficiente para evitar la devastación. Ian también dejó sin electricidad a numerosas poblaciones en Cuba antes de azotar las costas estadounidenses, subrayando la relevancia de los preparativos previos a la llegada de tormentas tan intensas.
La devastación causada por el huracán María en Puerto Rico en 2017 es otro recordatorio del impacto que estos fenómenos pueden tener. A pesar de llegar a la isla como un huracán de categoría 4, María se cobró la vida de casi 3,000 personas y provocó daños que ascienden a 91,600 millones de dólares. Su paso por Dominica dejó más de 60 muertos y causó destrucción casi total en la isla. La respuesta tardía y los problemas de infraestructura en Puerto Rico evidenciaron la fragilidad de las preparaciones para huracanes, llevando a un llamado urgente a mejorar las estrategias de intervención y recuperación.
El huracán Irma también tuvo un efecto devastador en 2017, causando la muerte de unos 130 individuos y daños que se estiman en 75,000 millones de dólares en su trayectoria por el Caribe y el sureste de Estados Unidos. Irma, uno de los huracanes más intensos jamás registrados, mostró la capacidad de destrucción de estos fenómenos naturales. Por otro lado, el huracán Andrew de 1992 sirvió como un punto de inflexión para las políticas de manejo de huracanes en Florida, pues su impacto con vientos de hasta 280 kilómetros por hora evidenció la necesidad de tomarse en serio la amenaza de los huracanes. Con los recientes eventos meteorológicos, la historia parece repetirse y la preocupación por el avance de Melissa se convierte en un eco de viejas advertencias.



















