El nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, ha asumido su cargo prometiendo rescatar a su país de la corrupción y la impunidad. En su primer discurso oficial tras ser juramentado, Arévalo, un sociólogo, exdiplomático y filósofo de 65 años, afirmó que no permitirá que las instituciones guatemaltecas se dobleguen ante estas problemáticas.
Arévalo, quien ganó las elecciones presidenciales con un 60% de los votos, ha enfrentado una serie de desafíos judiciales atribuidos a su promesa de luchar contra los corruptos en la élite política y económica del país. La Fiscalía intentó en varias ocasiones retirarle la inmunidad y desarticular su partido, además de anular los comicios, bajo la alegación de anomalías electorales.
El mandatario guatemalteco subrayó la necesidad de edificar una institucionalidad democrática robusta y saludable sobre los escombros de la corrupción. Su ceremonia de investidura, celebrada en el Teatro Nacional de Guatemala, se retrasó más de nueve horas debido a tensiones en el Congreso.
Arévalo sucede al derechista Alejandro Giammattei, vinculado por muchos a la «élite corrupta» y bajo cuyo gobierno se exiliaron fiscales, jueces y periodistas que denunciaron actos de corrupción. En su discurso, Arévalo hizo un llamado a la comunidad internacional para no dejar solo a su gobierno en esta lucha.
El nuevo presidente enfrentará desafíos significativos, como la continuación de la ofensiva de la Fiscalía y un Congreso dominado en su mayoría por partidos tradicionales conservadores. Guatemala, con un 60% de su población viviendo en la pobreza, es uno de los países más afectados por la corrupción en América Latina, ocupando el puesto 30 de 180 en el ranking de Transparencia Internacional.
Tras su investidura, Arévalo se dirigió a una concentración de indígenas para agradecer su apoyo y prometió trabajar para terminar con la historia de marginación y exclusión en el país.