El reciente megaoperativo policial en Río de Janeiro, destinado a desmantelar el Comando Vermelho, ha desatado una de las jornadas más violentas en la historia de la ciudad en años. Con al menos 64 muertes reportadas, incluidos 60 supuestos miembros de la banda y 4 agentes de seguridad, el operativo ha sido calificado como el más letal de su tipo. Este enfoque agresivo por parte de la Policía Civil, que involucró a aproximadamente 2,500 agentes, busca desarticular una de las facciones criminales más temidas de Brasil, conocida por su control sobre el tráfico de drogas y su expansión territorial desde las favelas de Alemão y Penha, zonas altamente empobrecidas y marcadas por la violencia.
Desde las primeras horas de la madrugada, el operativo implicó la ejecución de 100 órdenes de arresto en áreas controladas por el Comando Vermelho. Las autoridades no solo se enfocaron en capturar a los cabecillas de la banda, sino también en recuperar armamento y estupefacientes. Durante la operación se decomisaron 93 fusiles de asalto y se mencionó la incautación de una ‘cantidad enorme de drogas’, aunque los números finales aún se encuentran bajo revisión. Este operativo demuestra la estrategia cada vez más agresiva que está adoptando la policía brasileña en su lucha contra el crimen organizado, evidenciando la magnitud del problema que enfrenta la ciudad.
Sin embargo, la violencia desatada por el operativo no se limitó a las favelas. Al contrario, los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los miembros del Comando Vermelho provocaron un caos generalizado en diversas zonas de Río de Janeiro. Vías principales, como la Línea Amarilla, fueron bloqueadas y se registraron barricadas en llamas, además del uso de vehículos para obstruir el avance policial. Esta situación generó efectos colaterales significativos, afectando a cerca de 200,000 ciudadanos, quienes enfrentaron el cierre de escuelas, del sistema de salud y la interrupción de servicios públicos, lo que intensificó la crisis en la ciudad.
La respuesta política a esta escalofriante jornada de violencia también ha sido objeto de debate. El gobernador de Río, Cláudio Castro, señaló la ausencia de apoyo del gobierno federal durante el operativo, lo que desdibuja la coordinación necesaria entre las fuerzas estatales y federales en temas de seguridad. A su vez, el ministro de Justicia, Ricardo Lewandowski, defendió la autonomía de los estados, pero reconoció la necesidad de mejores medidas coordinadas para combatir la violencia. Esta falta de unidad resalta las debilidades en la infraestructura de seguridad pública en Brasil, lo que podría llevar a una reforma en la forma en que se gestionan estas crisis.
Finalmente, la inminente visita del príncipe Guillermo a Brasil, diseñada para resaltar la entrega del Earthshot Prize y participar en el Foro de Líderes Locales, se ve ensombrecida por los recientes eventos violentos. La comunidad internacional observa con atención cómo esta situación afecta la imagen del país en el contexto de la seguridad urbana, especialmente antes de la esperada Cumbre Climática COP30 en Belém. El Comando Vermelho, considerado uno de los grupos más poderosos y antiguos de Brasil, continúa siendo una fuerza formidable que plantea serios desafíos no solo a la seguridad local, sino también a la percepción global de Brasil como un destino seguro y estable.



















